lunes, 28 de noviembre de 2011

Y llegó la política…

Tras la resaca electoral he estado reflexionando sobre la importancia de estos días, la importancia del voto, el momento “mágico” de echar el voto en la urna….

Desde que tengo uso de razón, soy consciente de que son unas elecciones, de quienes son los políticos y en que consisten las ideologías. Y más cuando cuentas con una familia variopinta en ese sentido, como es mi caso.

Recuerdo cuando tenía unos 3 ó 4 años y estaba sentada en las rodillas de mi iaia Pepa (bisabuela) y me decía que Felipe González era lo más grande de España. Inmediatamente, su hija, es decir, mi abuelita Pilar, saltaba diciendo que no me enseñara esas cosas, que era un bebé y que no me mareara. Acto seguido, entraba en escena mi madre vociferando que España necesitaba al PP.

Han pasado ya muchos años pero cuando llegan los periodos electorales siempre me acuerdo de ellas y sus discusiones sobre los “valores” políticos que debían inculcarme, y me encanta, sonrío... Lo que ellas no sabían es que más tarde la que trabajaría en política iba a ser esa niña a la que intentaban convencer de unas u otras ideas políticas.

Siempre había tenido claro que iba a ser periodista. Pero con 14 años lo sentencié, aunque también quería ser historiadora, abogada, dentista… en fin, de todo un poco, pero lo que prevalecía era el periodismo, y ante todo, la televisión.

Lo que no me imaginaba es que trabajaría en política. Y aquí estoy. El 1 de octubre cumplí mi 4º año en este mundo y cada día, estoy más contenta. He encontrado lo mío; la que pensaba que presentaría informativos, cubriría catástrofes naturales por el mundo, o montaría Pasarelas Cibeles (como ya hice cuando trabajaba en Montesinos) ha terminado por encontrar su sitio donde no lo imaginaba.

Tengo 27 años y he conseguido todas las metas que me iba poniendo por el camino. Nunca me ha gustado el camino fácil. La pregunta es, ¿seguirán cumpliéndose? Estoy convencida de que si. No sé lo que es rendirse, ni espero saberlo.

martes, 15 de noviembre de 2011

... y el por qué de los zapatos


“When a woman asks me what I think of high-heels, I tell them to try a pair. If they can't see the magic then they should stick to Reeboks.”

Esta frase es del maestro de los maestros zapateros el gran Manolo Blahnik, y lo que viene a decir es que “cuando una mujer me pregunta qué pienso de los tacones altos, les digo que prueben un par. Si no ven la magia entonces deben pegarse a Reeboks”.

El segundo post de este intento de blog tenía que estar dedicado a mi otra gran pasión: los zapatos. Esos pequeños objetos que se cuentan por pares y que inundan los armarios de mi casa. Como bien dice mi hermano tengo la suerte de tener un número pequeño (el 35-36) porque en caso contrario, no sabemos donde los meteríamos.

Los zapatos son auténticos objetos de culto para mi. Es más, tengo un armario especial para los más especiales, allí están los que llamo “mis hijitos”. Miu Miu, D&G, Stuart Weitzman, Charles Jourdan y Marc Jacobs, entre otros, conviven en plena armonía esperando a ser lucidos en mis pequeños pies.

Pero esta no es la colección a la que más aprecio tengo, mi preferida es la vintage que he heredado de zapatos de mi madre, los mismos que usaba para pasearme por el pasillo de mi casa cuando tenía 6 años y que han resultado ser joyas que han resistido el paso del tiempo, y de las tendencias de moda.

Los zapatos son para algunas mujeres auténticas joyas. Como ejemplo pondré el caso de Imelda Marcos, la ex primera dama del Gobierno de Filipinas y la creadora del "Club de las Imeldas". Durante el mandato de su marido, Ferdinand Marcos, Imelda llegó a acumular más de 1.500 pares de zapatos...mientras, el país iba arruinándose más y más. Pero la aparición de Imelda en este post no es para juzgarla, sino para recordar que la primera adicta a los zapatos no fue Carrie Bradshaw (Sexo en Nueva York), sino que fue Imelda. Ella fue la precursora. Recuerdo que hará, aproximadamente, unos 15 años leí una entrevista que concedía a la revista Vogue en la que enseñaba uno de los cuartos en los que acumulaba y exhibía sus zapatos. Me pareció una genialidad. Hasta que yo misma decidí hacer lo mismo.

Voy a confesar un detalle que muchos de los que leeréis estas palabras ya lo sabéis porque lo habéis comprobado, pero otros aún no lo sabrán. Pues si, yo también tengo un cuarto para mis zapatos. A fuerza de luchar con mi familia conseguí hacerme con una habitación del Huerto de mis padres para instalar a mi familia zapatera. Mis padres tienen la puerta cerrada porque les parece una excentricidad, pero he de reconocer que en cuanto entro y huelo el olor a cuero y a plantillas, veo las hormas y los colores, y empiezo a probármelos, me siento como una niña con zapatos nuevos. Tal vez por eso, siga apasionándome tanto Lolita.

Merceditas, cuñas, alpargatas, botas, botines, chanclas, stilettos, mary jane's, converse,... Todo tipo de zapato tiene cabida en mi cuarto, eso si, los tacones van ganando terreno. Como bien me dijo una vez la gran Pilarín "ya tienes el gen del tacón", y así ha sido, pero bueno, en mi caso es mejor, ya que mi 1'57 cm de altura necesitaba una pequeña ayuda, y ¿qué mejor que los tacones y las plataformas para conseguirlo?

Para terminar, quiero recordar a Miuccia Prada, la heredera del imperio Prada, que en los años 70 dio un ejemplo de rebeldía y estilo al acudir a todas las manifestaciones que se producían en Italia montada en sus tacones acompañados por calcetines con blonda. En mi opinión, es el perfecto ejemplo de que el tacón no está reñido con la inteligencia ni con la revolución.

Ojalá guardáramos los prejuicios; todo iría mucho mejor.

lunes, 14 de noviembre de 2011

El por qué de Lolita

"Era Lo, sencillamente Lo, por la mañana, un metro cuarenta y ocho de estatura con pies descalzos. Era Lola con pantalones. Era Dolly en la escuela. Era Dolores cuando firmaba. Pero en mis brazos era siempre Lolita"

No podía empezar a escribir un blog sin dedicar las primeras líneas a la frase que me ha perseguido desde que tengo 14 años. Fue la primera vez que leía "Lolita", la novela de Vladimir Nabokov, un ruso que tuvo que escribirla en inglés y publicarla en Francia debido a la censura de la época.

Desde la primera página la obra me enganchó, es más, no es mi libro preferido, tengo una lista gigante de libros preferidos... Es mi libro. En el que me reconozco y me identifico. Y no en el sentido literal. Nunca he sido una Lolita como tal, no es en el personaje de Dolly con el que me identifico, sino en la manera en la que Nabokov escribe las palabras. Es una novela llena de términos barrocos y densos; pero la lectura es ágil, intrépida por querer seguir conociendo. Creo que es el barroquismo de la obra lo que tanto me atrae de ella.

El día de mi 26 cumpleaños, una persona que me conoce perfectamente supo cual iba a ser el regalo que nunca olvidaría: me consiguó un sinfín de ediciones del libro, antiguas y en otros idiomas. La leí en francés y he de reconocer que es igual que en español, es más, incluso con la lengua francesa es aún más densa, pero igual de rica.

¿Qué tendrá todo lo que viene de Rusia que tanto me atrae? Es una pregunta que me he hecho muchas veces pero para la que no tengo respuesta. Las Matriuskas, la Basílica de San Basilio, el Hermitage, Nabokov, los gorros de visón,... Desde que tengo uso de razón me ha atraido todo lo que he leído, me han contado y he averiguado de Rusia.

Rusia es mi viaje pendiente. Espero que sea mi destino; siempre lo pospongo por falta de tiempo, pero sueño con que sea el próximo. Eso si, cuando vaya, lo haré subida a mis tacones.